Iván, Elsa, Hilda, yo y otras tantas gentes del montón

by mentolada on 25.8.10

¿Algún día me escribirás algo? - me preguntó Elsa el 25 de junio.

¿Por qué ya no escribes? – me preguntó Iván minutos antes de que entrara sola a la última función de Il y a longtemps que je t'aime.

¿Por qué Hilda?- quizás le preguntaron a Daniel y Diana en alguna de las versiones de Pruebas irrefutables de vida inteligente en otros planetas que nunca leeremos pero que en la versión que sí, se puede leer la respuesta.



Cábala.



A Hilda, que nació fea, sietemesina y muerta, el cálculo probabilístico de los médicos le dejó un nombre de vieja.

Diana y Daniel, le explican a un interlocutor que nunca conoceremos, que ese nombre la haría ver más fuerte, más grande, más sana, más duradera.

Hilda vive. Hilda descubre pruebas irrefutables de vida inteligente en otros planetas. Diana muere. Y Daniel, quiere hacerlo.

Vila-Matas tiene razón, da la impresión de que Fresán sabe muchas cosas que uno no.



Cábala.



Creo que no le contesto yo y son sólo mis hombros quienes atienden la pregunta con un veloz arriba-abajo.

Mis hombros ignoran muchas cosas, pero saben sacarme de apuros, especialmente cuando estoy con esta patología de contestarlo todo de la manera más franca posible completamente exacerbada.

Condición suficiente para correr de la pregunta hacia la oscuridad de la sala azul a ver a una mujer volver lentamente a la vida después de 15 años.

Quizás la respuesta hubiera ido más o menos así: empezar con un no sé, seguir con un para que si no se tiene nada importante que decir y terminar con un supongo que ya no tengo nada que decirle a nadie.

¿Será también por eso que me ando quedando afónica tan seguido?

No escribo. Hace meses que no escribo. Hace meses que no pienso en prosa. Ni en verso. Ni siquiera invierto las palabras de los carteles en las calles. Juego alguna vez divertido entre mi dislexia y yo. Ahora, solo leo lo que está ahí. No encuentro nada más.

Ya no veo más allá de lo evidente.

Thundercats, aaaw.



Cábala.



Elsa tiene nombre de vieja. Elsa nació sietemesina. Elsa casi muere.

Mientras leía la explicación de Daniel y Diana sobre el nombre de Hilda, volví a la historia de Elsa y su nacimiento. Nombre de vieja. Cábala. Me pregunto si eso explicará parte de la decisión de los papás de Elsa (seria indescriptiblemente auspicioso que sus nombres también coincidieran en la primera letra). No sé si Elsa lo sabrá. No sé si quiero preguntarle.

Desde hace mucho Elsa ha renunciado al silencio y parece contagiada por la misma patología del que lo dice todo. A veces me preocupo. A veces me siento culpable. Otras, me olvido.

Elsa no soy yo. Y él, no es su amigo. Así que no tengo nada de qué preocuparme.

Cuando Elsa me pregunta porque no escribo su historia siempre le contesto de inmediato. A Elsa siempre le he respondido todo. Ni por patología ni por superstición. Por pura solidaridad. Porque sí.

Aún así creo que no me quiere creer cuando le respondo con un: cuando termine. Me menea la cabeza, me agita los brazos y me hace muecas entre desaprobatorias, suspicaces y graciosas. Quizá no quiere creerse a ella misma cuando dice que ya terminó. Quizá todavía no termina. Quizá no termine. Quizá nunca comenzó.

En cualquiera de los casos, para que arriesgarse con ese escenario huevo-gallina del arte imitando a la vida la vida imitando al arte.



Cábala.



Para muertes ajenas, suficiente la propia.
Quizá también por eso Iván, quizá también por eso.

2 comments

hey. me gusta.

by Unknown on 11:33 a. m.. #

hey. que genial.



tomo pedidos.


XD

by mentolada on 12:11 p. m.. #